domingo, 17 de octubre de 2010

Mandala

Mandala
Marcelo Parra

El ave agita sus alas, se posa en la balaustrada verde de un viejo balcón. Su graznido baja en ecos hasta el valle.
El hombre se vuelve hacia su mujer, acepta un mate, hace frío. La mirada marchita es atrapada por un rayo de luz que ilumina una cuna, vacía. Los berreos ausentes han apagado hasta el silencio en el rancho. La carpintería abre temprano, se tiene que ir. Abre la puerta.
Entra al quirófano donde todo está listo para la intervención. Lo han llamado a las cuatro de la mañana, no pudo negarse, la niña muere. Se ha levantado aturdido, evitando pisar las botellas junto a la cama. El monitor acusa una presión de 8/4, el latido es débil. Con mano temblorosa roza la mejilla de la pequeña. La grave voz del anestesiólogo flota desde el otro lado de la camilla “la paciente está lista doctor, puede proceder”. La enfermera seca su angustia.
Una sombra planea partiendo en dos el cielo.
Bisturí.
El corte es preciso, la milanesa cae sobre las otras, delgadas fetas de carne sacrificada. Doña Inés, al otro lado del mostrador, parlotea chimentos del barrio. Ríe con la boca, ríe con pechos generosos, carne que pide el sacrificio. Los ojos melancólicos la observan. Hay una ausencia que es otro cuchillo en su mano, tomado por el filo. La voz danzarina de la muchacha reverbera en oleadas, como venida desde un pozo cavado en el fondo de un pozo. Terminada su función, la mujer se va con sus carnes.
Una niña resucitada se presenta. “Corazón” pide. Su cabello brilla a trasluz de la puerta. Su pura presencia arranca una sonrisa imposible en el hombre de los cuchillos. Mas allá, una silueta negra flota en la altura.
Se dirige a la cámara frigorífica en busca del corazón, qué tan frío ha de estar.
Entra.
Las raquetas se hunden en la nieve, dificultan el paso. La llanura infinita es un manto blanco derramado sobre la tierra. El sol, un disco mortecino recortado en el horizonte. La sombra del hombre se alarga. Exhausto, obligado a caminar contra el viento, hunde su cabeza en el pecho. El oso lo persigue hace dos días. Sabe que puede oler su carne, está hambriento. Lo ha visto a lo lejos, separados por una grieta providencial. Su aldea está a dos jornadas de camino. Quizás la primavera, sinfonía de hielos en fuga, llegue antes que él. Trepa trabajosamente una loma empinada; al llegar a la cima lo ve. Erguido sobre las patas, olisquea el aire, que se vuelve una masa lechosa entre el oso y él. Corre hacia el viento, donde una zona de hielo flojo, al borde del precipicio lo atrapa. Alcanza a oír el graznido del ave que vuela sobre él.
Salta.
Cae en el agua azul de la piscina, junto al Mediterráneo. La Isla Santorini resplandece irradiando al mar el brillo de villas blanqueadas a la cal. El aire cristalino centellea inmóvil entre las copas rojas de Campari. Reconfortado, se seca mientras mira con aprobación a la morocha en la hamaca. La bikini negra le queda muy bien, sobre todo el sostén, ausente. El sol juega a las escondidas en la piel cobriza de la mujer, bajo el techo de cañas. La delgada línea blanca de cocaína, sobre la mesa, atrae su mirada. Aspira con placer. Buena mercancía, se vende sola. Se recuesta en la blanda reposera, las manos en la nuca, la mirada perdida. Al atardecer, ya sólo, decide visitar la ciudad, a unos pocos kilómetros por la ruta de la costa. Varios clientes están esperando su producto. El canto de un ave se deja oír, lejano. Sube al pequeño deportivo azul. Maneja rápido, mucho mas de lo que debiera, ya que no advierte la cerrada curva junto al océano justo frente al viejo convento Nuestra Señora de los Lamentos. La brusca frenada no impide que el auto caiga en silencio por el acantilado.
Su karma final se incendia en un instante.
Con desesperación aferra la biblia que le ofrece la monja. El obispo en su lecho de muerte, no quiere abandonar este mundo de pecados. La medicina mas cara no ha podido impedir que un demonio voraz en su interior lo devore. Desde las sombras se presenta como surgido de un cuadro de Goya un hombre oscuro. Se dispone a impartirle los Santos Oleos. Aplica el Crisma, dibuja una cruz en su frente. Intenta levantar el brazo, deshacerse del sacerdote, que ahora recita con tono monocorde una plegaria en latín. La liturgia de la muerte, tantas veces ejercida, no le sienta bien al prelado. El miedo es una garra que acaricia su garganta. Quisiera volver a su rutina de impartir perdones y condenas. Su vista cae en el crucifijo sobre pared. Lívido, murmura: “Porque a mi”. Pero su dios torturado hace mucho que ha dejado de responderle.
- Hijo mío, escucho tu confesión (presiona el cura)
- Mentira, no hay quien escuche, para morir estamos solos. Cuando hay vida solo hay
vida. Cuando hay muerte, solo hay muerte.
Las pupilas anochecidas reflejan una silueta oscura, en vuelo al ras del mar, justo encima del horizonte.
La iluminación llega un instante antes del fin.
El cuerpo agotado, el carpintero regresa por la tarde. En la casa espera la mujer, sentada frente a la ventana de la cocina, los ojos enrojecidos, ha estado llorando . Las miradas se cruzan, el beso es intenso, pieles que se redimen. La piedad y la ilusión, la ausencia y el amor, el dolor y el placer, envuelven sus vidas y las vidas de todas las existencias.
El hombre deja abrigo y gorra sobre la silla. Levanta la mano en un gesto, como si fuera a hablar. Pero solo acaricia las lágrimas en los ojos negros.
La mirada absorta en el espacio, agita sus alas, baja hacia el valle, en sereno vuelo espiral, hacia un punto de fuga, inmóvil centro del vórtice, en la balaustrada verde de un viejo balcón.

1 comentario:

  1. excelente idea, Marce. Creo que lo tenés que llevar al taller. Hay mucho trabajo y me gustaría dejarlo para concurso. te adelanto algunas cosas: * veremos los HA HECHO TAL COSA; *los párrafos en donde se producen los cambios deben seguir la estructura de los primeros para que el cambio de personaje entre comillas( que de hecho para mí no existe o no debe existir) sea más sutil. Por ej: cuando aparece el obispo es muy fuerte (habría que meter esa palabra más escondidita * idem con el carpintero; *no es una niña sino LA NIÑA * es más interesante que el hombre salga del cuadro y no como salido... *sereno vuelo nupcial... puaj * falta tocar ortografía y puntución
    Me gusta! OPINEN Y SUGIERAN COMPAÑEROS!

    ResponderEliminar