lunes, 18 de octubre de 2010

"A resguardo", por Ana María Labandal


"A resguardo"

Las estrellas acompañan mi viaje hasta el campo, me llevan a otras noches. Final de semana del ayer, papá al volante y mamá en la caricia de esa nana apenas susurrada para dormir a Mariana. La opresión en el pecho y este dolor en la garganta son la señal que precede a las lágrimas, recuerdo que estoy sola. Por eso siempre vengo. Al amparo de la negra la soledad se esconde. Cuando la oficina agobia, cuando las paredes me oprimen y el techo se viene encima la vuelta es mi redención. Con Mamá Lupe vuelvo a ser yo, retrocedo al calor del hogar, al aroma a vainilla, bizcochos recién horneados y la falda interminable de la negra tan querida. Cuentos de seres fantásticos vestidos de bondad, que no engañaban, que nunca herían. Ya no hay mamá y papá, ni Mariana. Se fueron aquel día en este mismo camino, cuando los exámenes de la facultad no me dejaron morir con ellos. A veces maldigo mi suerte, hubiera sido más fácil estar muerta pero me obligo a seguir. Me pregunto si dejar transcurrir la vida entre papeles inútiles me hace más viva que ellos.
Puedo ver las luces de la Estancia, la negra me espera, no importa si preparó lentejas o cordero, cualquier comida tiene el gusto de su amor. Hay otro coche en la entrada, lástima; esta noche la quería para mí sola. Necesito descansar, que me mime y no fingir la impostura de reglas sociales que vengo a olvidar. A través del cristal de la ventana se ve un hombre apuesto, no es uno de los vecinos. Quién podrá ser a esta hora. Casi no advierten mi presencia, hablan con voz grave sobre el corazón de Lupe y su avanzada edad. Es un médico. Cierro la puerta de entrada y Juanita corre a mis brazos. Mamá Lupe está enferma. Se desmayó en el jardín hace unas horas. El doctor Cantilo dice que es el corazón.
Miro al médico con angustia; me habrá visto desolada porque de pronto se acerca, toma mi brazo y me lleva al cuarto para que la vea. Me acerco a la cama y abrazo a mi mamá postiza con cuidado, temiendo que se rompa. Huele a vainillas como siempre y siento que volví al hogar. Aquella robusta mujer hoy parece frágil. El hombre dice que con cuidados y reposo mi viejita estará bien. Habrá que incorporar más medicación y llevarla a la ciudad para hacer estudios. Ya es tarde, Juanita invita al Doctor a comer, pa´que la señorita Agustina no coma sola… y usté dotorcito no va a encontrar nada abierto en el pueblo. Me explica que vive solo, que todavía no encontró mujer pa´que lo atienda.
Nos sentimos bien, juntos. Hace mucho que no estaba cómoda con alguien. Pasaron varias horas desde la cena, ya casi amanece. Nos sorprendimos con secretos ocultos que guardábamos en rincones sin registro. Juan se despide con la promesa de venir al terminar el día, después de cerrar el consultorio. Ensaya un saludo cordial, lo acompaño hasta su auto deseando algo más. Ahora calla y se detiene en mis ojos, baja a mis labios y sé lo que sigue. Las manos son fuertes y me calientan los hombros helados por el frío de la madrugada o por el deseo de sentir una caricia; me besa y sacude las mariposas tanto tiempo dormidas. Nos separamos con una promesa en la mirada, la necesidad de ser felices un instante, lo que dura el rayo. Estoy lista para volver a sonreir. No importa cuánto dure ni con cuántas lágrimas habré de pagar el precio.

La mañana está soleada, Juan se fue temprano al pueblo, siempre apurado por volver a casa y a mis brazos. Mamá Lupe sigue estable pero débil, me necesita. Es hora de devolver lo que me dio con tanto amor. Viajo a la Capital cada vez menos, ya casi liquidé lo más urgente. Sólo espero que el bebé me dé tiempo para terminar mi último trabajo, aunque me asustan sus volteretas y pesa en el vientre. La soledad se alejó de mi vida; ya no siento frío ni tengo miedo del futuro. Encontré mi lugar en el mundo en este rincón querido, estoy con mi gente. Vislumbro el porvenir. Me veo envejecer con calma en la hamaca del frente, o junto al fuego en invierno, rodeada de hijos, de nietos, de Juan. Quiero ser la Mamá Lupe que mima, consuela y abraza sobre una falda mullida; que cuenta historias fantásticas de seres inventados para mitigar el dolor que una no puede evitar pero sí hacer más leve.

3 comentarios:

  1. Me gustó mucho... Un estilo ya casi definido por Ana. Algunas fraces podrian ser más largas.
    La sutileza de las mariposas "Uhh"
    Cuento sin ninguna duda(para mí) Cálido.

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  2. me gusta el clima, Ana, pregunto: no hay varias historias? Será el resumen de una novela que no te das tiempo para escribir? un lapso demasiado grande de tiempo para un relato tan breve. Recordá que cuento es el instante en el que una hoja se desprende del la rama; acá hay un tronco y dos o tres ramas enteritas de las que sólo nos dejar ver un atisbo
    me dio risa lo de Hugo; coincido ay! las mariposas...

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  3. Me gusta la forma de contar, personalmente creo que terminó en

    "...No importa cuanto dure ni con cuantas lágrimas...

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